Mi casa se parece un poco a uno de esos programas de subastas de trasteros.
No es que prime la incoherencia en cada rincón pero alguno hay que todavía no ha terminado de coger sentido y eso me pasa porque me enamoro de piezas que a veces casan entre sí lo mismo que un jersey de cuello alto y manga corta.
Para mí, las piezas que hay en mi casa tienen un significado que va más allá de la belleza estética de las mismas. Parte del problema es que al principio de tener el piso no fue así y la base son muebles que aunque buenos han acabado por no decirme nada. Luego han entrado los que sí me dicen y aquello es un sindios que necesita de Guille García-Hoz para tener alguna coherencia.
Entre las piezas que más me gustan están unas mesitas de noche y una cómoda de mi abuela, la máquina de coser de mi yaya, una mesa de amasar pan de mi bisabuela, un mueble de Roche-Bobois y unas lamparitas de noche de mis padres que me gustaría enseñaros.
LAS MESILLAS DE NOCHE DE MI ABUELA LOLITA
Mi abuela se casó en 1941. Tenía 23 años.
Siempre fue una mujer con un gusto estético elegante y dentro de su época bastante más moderna que la media. Cuando mi abuelo y ella compraron su habitación de matrimonio en las artes decorativas primaba el Art Decó pero ella eligió una habitación en madera maciza. El cabecero y piecera de su cama eran en líneas rectas, sin florituras y pese a ello con una presencia y una sensación de modernidad irrebatible. Todas las piezas están hechas a mano y dentadas, de manera que encajan entre sí sin necesidad de tornillos. Ese juego de habitación la acompañó toda su vida y sus mesillas de noche hoy me acompañan a mí.
LA MÁQUINA DE COSER DE MI YAYA CARMEN
Fue modista autodidacta y la pequeña en una familia con tres hermanos varones mayores que ella. Compraba sobras de retales en el mercado y cortaba poniendo directamente las prendas que quería copiar encima de la tela. Toda la vida dedicada a la costura y nunca consiguió aprender a hacer un patrón. Uno de sus hermanos se fue a trabajar a Barcelona en el sector textil y le enviaba telas para que ella se fuera haciendo cositas. Recuerdo cuando, años después y siendo muy pequeña, recibíamos cajas de ropa en su casa ¡Aquello era una fiesta! Su padre le regaló la máquina cuando tenía 14 o 15 años. El sonido de la máquina de coser fue la banda sonora al entrar en su casa y estuvo en su «cuartito» hasta que la Singer de pedal se vino conmigo.
LA MESA DE AMASAR DE MI BISABUELA
Mi padre recuerda esta mesa en la cocina de casa de su abuela y años después ocupó su espacio en la que era casa de la mía. Aquella cocina era larga y estrecha, como la mesa que vio desayunar a mi padre 27 años de su vida… hasta que se casó. Las patas de madera y el tablero de mármol son ahora una mesa de escritorio en mi casa y sí, eso que la acompaña es una silla estilo Thonet.
EL MUEBLE DE ROCHE-BOBOIS
Este mueble de Roche-Bobois fue un regalo de mis padres. Es probablemente el mueble más fino y bonito que tengo en casa. Los colores, las flores de los cajones… una preciosidad que ha estado en todas las estancias, cumpliendo mil funciones. Ha sido mesilla de noche en mi habitación, mueble supletorio con lámpara en el comedor, mueble de entrada… y ahora ocupa un lugar bien visible en el despacho. Si ha estado en tantos sitios es porque se presta a cualquier ambiente y porque tengo un ligero tccm (Trastorno complusivo de cambio de muebles heredado, sin duda, de mi madre) que llevó a plantearme, muy en serio, ponerles ruedas a todos los muebles de casa.
LAS LAMPARITAS DE NOCHE DE MIS PADRES
Estas lámparas de Cerámica de Manises son las primeras lámparas de la primera habitación de matrimonio que tuvieron mis padres en 1980 (efectivamente, son los dos modernos de las fotografías). Junto a ellas había un cabecero y unas mesillas de noche de rafia en color pino. A mí me encantaba aquella habitación, la hubiera cogido entera y me la hubiera llevado conmigo. Por ahora me he conformado con las lámparas (es el primer paso al hurto indiscriminado de propiedades ajenas, tiempo al tiempo).
Cada una de estas piezas tiene historia, identidad y belleza propia. Un valor añadido más allá del económico que está en los ojos que las miraron, las manos que las tocaron y la vida que le dieron en otras casas. Todas contienen otras vidas que descubrir e incluso anhelar.
Y vosotros ¿tenéis alguna pieza especial?
Precioso post, me encanta la mesilla de noche de tu abuela Lolita. Yo no tengo nada especial en casa, excepto alguna jarra de mi abuela, un molinillo y cosas así, pero no muebles. Me encanta el espejo que tienen en el recibidor mis padres pero de momento no me dejan tocarlo jejeje
besos!
¡Gracias Rosa!
Ya sabes que estoy dispuesta a ayudarte a chorizar lo que haga falta. Tú sólo tienes que llamarme 😛