El otro día tuve una cena de cumpleaños.
La mayoría de las personas que estaban allí son deportistas. Unos hacen yoga, otros crossfit y prácticamente todos salen a correr. No tenéis por qué saberlo pero soy la persona menos deportista que os hayáis echado a la cara. Creo que la última vez que hice deporte como toca fue en el instituto y debía tener 17 años. Luego hice incrusiones tímidas y realmente cortas en el mundo de las máquinas de gimnasio y hasta ahí contamos porque todo lo que viene después son recuerdos de agujetas, ridículos varios y gafas resbalando por el puente de la nariz. Después de aquello sólo queda la Nada gimnástica.
Hacer ejercicio es algo que no recuerdo que tengo o debo hacer. No lo digo en broma: se me olvida totalmente. Hay veces que se hacen las diez de la noche y pienso «¿pero no quería salir hoy a andar?», «¿no me guardé una tabla de estiramientos hace cosa de una semana?». Y eso que he tenido mis momentos de constancia… como aquella vez que me pasé haciendo sentadillas tres meses sin notables consecuencias en el levantamiento de culo.
Las conversaciones que se fueron sucediendo a lo largo de la noche acerca del tema me pillaban totalmente desinformada y en ocasiones con la sensación de estar hablando en un idioma diferente. Yo seguía hablando con letras y ellos un lenguaje basado en la combinación, totalmente aleatoria para mí, de números. Pero si tengo que encontrar un hilo de unión en todo lo que se habló es el instinto de superación, la sensación de reto personal que todos ellos tenían y tienen sin excepción.
Para mí es muy complicado entender realmente que gane el salir a correr a las siete de la mañana cuando estás hecho polvo o el pensar cómo te jode no poder pillar la bici porque estás con fiebre en casa. No concibo tampoco el hacerte 21k corriendo con la sensación de agotamiento y el estómago revuelto. Lo que realmente me sugieren estas situaciones es la pregunta «¿Pero para qué?» y es una pregunta sin maldad, es una duda de lo más sincera.
Veréis, más allá de la constante de bienestar físico que toda esta actividad pueda suponer, lo que a mí me vienen a la mente guarda relación con lo psicológico. Todos tenemos mecanismos propios para sobrellevar situaciones de estrés o ansiedad. Nuestros propios trucos para mantener a raya o rebajar sensaciones en las que prima el agobio con letras mayúsculas. Algunas de ellas nos pueden salvar durante toda nuestra vida pero hay circunstancias o momentos vitales que pueden anular su efectividad y entonces además de quedarte en bragas, el agobio se incrementa y se le une el pánico. ¿Qué haces cuando lo que siempre te ha servido, deja de funcionar?
Me contaban que el deporte les ayudaba a desconectar, a poner el pensamiento en orden o incluso a girarlo, a cansarse para poder dormir, a mantener la soriasis a raya, a no pensar nada en absoluto… Os reconozco, a modo de confesión, que las prácticas que yo tenía como tabla de salvación hace algún tiempo que no me funcionan y que ando en busca y captura de nuevas.
He llegado a pensar en el deporte y no por gusto sino en cierta manera arrastrada (unos metros solo, tampoco nos emocionemos) por la sensación de compañerismo, motivación y pérdida de miedo que veo en la gente que lo practica. Todos dan la impresión de haber encontrado algo parecido a su manada. Se hablan en su propio idioma, se empujan unos a otros, entienden sensaciones que yo ni tengo. Supongo que nunca llegaré a entenderlo del todo si no me da por hacer algo de deporte.
No tengo mucha fe en mi misma en este sentido, tampoco en que me funcione esa supuesta regla de los 21 días para crear hábito (aunque me parezca fascinante) pero cuando lo que te servía ya no vale, igual buscar justo lo opuesto sea la solución. Para saber si funciona tendré que demostrarme a mí misma que estoy equivocada.
Sé que muchos y muchas de los que entráis por aquí hacéis regularmente deporte y me encantaría saber vuestra opinión sobre el tema. Probablemente lo que más me gustaría saber es el cómo y el por qué empezásteis a prácticar deporte y a partir de ahí todo lo que pueda apeteceros contar. Soy toda oídos.
Fuertes y sudorosos deportivos abrazos,
Guillermina.-
Most of the people there practice some sport. Some practice yoga, some crossfit and almost all of them run. You don’t have to know that, but I’m kind of allergic to any unnecessary physical effort. Last time I did some proper exercise was in high school, I was 17 years old or so. After that I’ve had a couple very short affairs with gyms, involving muscle pain, awkward moments and my glasses annoyingly sliding from my nose. Since then, pure gymnastic emptiness.
Doing some exercise is something I don’t have into account. I’m not joking, it slips my mind completely. Sometimes when I’m in bed I think “didn’t I want to have a walk today?” or “I was supposed to do a stretching table, wasn’t I?” But, believe it or not, I’ve had my bursts of determination. Like when I spent three months doing sit-ups, without any visible effect in my attempt to push my buttock up.
During the birthday I listened to conversations that caught me unaware, with the feeling that they were talking in a totally different language. I kept using my regular alphabet while they started to use random combinations of numbers and meaningless figures. But I found a constant I understood: the instinct of self-improvement, the personal challenge all of them have without exception.
It’s very hard to understand what’s the reward to go for a run at 7 am when you’re barely awake, or to be annoyed because you can’t bike because you have some fever. Why keep running for 21 kilometres when you are feeling tired and sick of the stomach. I keep asking myself “But why?” – without any malice, just with pure sincerity.
Beyond the physical wellness sport might suppose, what interests me is the psychological part of the equation. We all have our own mechanisms to cope with overwhelming situations of stress or anxiety, our own tricks to restrain or reduce the impact of those moments. Some of them might work during all our life, but there are circumstances when nothing seems to work. Stress goes up, then you panic… what are you supposed to do when your tricks stop working?
They told me that sport help them to disconnect, to organise their thoughts or even change them, to get tired in order to sleep better, to keep psoriasis under control… I have to confess, that some of my tricks stopped working, so I’m looking for new ones.
I’ve even considered sport, and not because I really like it, but with the feeling of being dragged (just a couple metres, do not get excited yet) with the feeling of friendship, motivation and lack of fear I can see in the people that practice it. Everybody seems to have found something similar in their pack, even if they are lone-wolfs. They share a common language, they push each other and understand feelings I don’t even have, and probably never will unless I start practicing something.
I don’t have a lot of faith in myself, not believing in that 21 days rule to create a habit. But when whatever worked stops doing it, maybe trying the opposite is a solution. To discover if that’s an option I should demonstrate myself that I’m wrong.
I know a lot of people that follow me practice sports regularly and I’d like to know your opinion on the matter. Probably what interests me the most is to know why and when did you start, with all the details you want. I look forward to it.
Strong, sweaty and sporty hugs,
Guillermina.-
Buen post Guiller! Yo te contaré que más o menos siempre he hecho algo de deporte, no en plan competición, pero más o menos he mantenido cierta actividad en mi vida. Últimamente me planteé el correr como un reto personal, una forma de demostrarme a mí misma que yo sí puedo, sí puedo al menos en las cosas que sí dependen de mí. A veces nos esforzamos en conseguir cosas que al final no dependen únicamente del esfuerzo y las ganas, y yo tenía la sensación de que no podía y no valía, de ahí el que decidiese correr, me planteé, por mis xxxx que corro 5K, es algo que sí depende de mí salir e intentarlo y no rendirme… y ahí estoy jeje
No sé si se acaba de entender lo que quiero decir… pero seguro que tu me has pillado ;P
Venga, ahora te toca a ti encontrar tu motivación!!
besos!
Ahhh… perdón… y el Yoga… que no se me olvide mencionar el Yoga… el Yoga en cierto modo me ha salvado, no digo más!
Muas!
Te pillo,rubia mía <3
Un excelente reportaje y desde luego una buena propuesta para ponernos en forma.
¡Muchas gracias! ahora sólo falta hacerlo 😛
Muy buen post! A mi me pasa como ti, todos los días me levanto y pienso en hacer deporte a lo largo del día, y cuando se acaba… No he hecho nada de ejercicio.
Pero tienes razón, no hay nada más motivador que las ganas de superarse a si mismo y sentirse realizado.
Keep it up!
¡Hola Sara! es que no somos muy deportistas… al menos yo y como no lo tengo interiorizado en mi rutina pues simplemente lo olvido . Habrá que ir haciendo cambios para mejor 😉